Así se llamaba al establecimiento que vendía ilegalmente bebidas alcohólicas durante el período de Ley Seca o Prohibition en los Estados Unidos y Canadá. El término se atribuye a la forma en que los clientes pedían sus bebidas para no levantar sospechas. Los camareros solían decirles “hablen bajo” –en inglés: speak easy–.
La Ley Seca fue implementada por impulso del Movimiento por la Templanza –surgido a principios del siglo XIX en Estados Unidos– y se desarrolló entre 1920 y 1933. Dicho movimiento comenzó pregonando moderación en el comer y en el beber, pero luego alentó la prohibición total del consumo de alcohol. Diversos líderes religiosos también insistían en regular el consumo libre de bebidas alcohólicas, al cual culpaban por diversos males sociales. A esta corriente se fueron uniendo intelectuales progresistas y liberales, incluso también sindicalistas de izquierda, que condenaban al alcohol como generador de atraso y pobreza.
En 1919 se aprobó la Ley Volstead –bautizada así por su impulsor, el congresista Andrew Volstead–, que implementaba la prohibición no del consumo pero sí de la venta, importación, exportación, fabricación y transporte de bebidas alcohólicas en todo el territorio de los Estados Unidos.
La drástica medida terminó favoreciendo la producción y el comercio clandestino y por ende disparó un crecimiento exponencial del crimen organizado. El mítico Al Capone y otros jefes de la mafia ganaron millones de dólares gracias al tráfico y la venta ilegal, amparados y potenciados por numerosos funcionarios y policías supuestamente encargados de hacer cumplir la ley.
Ya en la década del 20 se hizo evidente que la normativa que intentaba luchar contra el consumo abusivo de alcohol traía muchos más problemas que soluciones. La Ley Seca estimulaba la conflictividad social, potenciaba al crimen organizado y no solucionaba la problemática específica relacionada al alcohol. A partir de 1930, el consenso general ya veía a la ley como algo nocivo y en 1933 el presidente Franklin Roosevelt la derogó. Era el fin de una era.
Hace más de 80 años que en EE.UU. la Ley Seca es un recuerdo. Pero todavía muchos clientes adoran los speakeasies por su atmósfera vintage, sus entradas secretas, su ambiente selecto y la coctelería basada en ingredientes clásicos. Buenos Aires no es la excepción: 878, Frank’s, Florería Atlántico, Puerta Uno, Nicky Harrison y Victoria Brown ofrecen ámbitos que logran transportarnos en tiempo y espacio. Y nos ofrecen la posibilidad de experimentar una mística que nunca vivimos.